no dejes de ser extraño

Existe en el mundo un extraño por cada otro. Uno que te pertenece y al que estás ligado por algo invisible, como si fueran puntitos discontinuos que marcan los trazados de los aviones, pero menos concurridos y tangibles que el tráfico entre nubes. Podríamos llamarlo como "la otra pieza del puzle". Pero a diferencia de lo que la gente piensa "la otra pieza del puzle" no se limita a un sexo o a una edad determinada y tampoco medirá los noventa-sesenta-noventa de rigor de rubia de bote, ni tendrá los ojos verdes con un buen par de millones en el bolsillo de atrás de un vaquero prieto. Nada de eso.


"La otra pieza del puzle" será una amiga para toda la vida, o un padre postizo en la frontera, el hermano mayor que nunca tuviste con acento polaco, o aquél amor de autobús lejano con historia de guión norteamericano.

Gracias a Dios, los extraños tienen la bendición de cumplir con su buen nombre, acotando así a nuestra imaginación loca y ambiciosa, y de tocarnos no sé muy bien cómo, el corazón. Sacan de él un rayo de luz y lo guardan en su gran sonrisa, se hacen merecedores de todo un estante en la librería de nuestra vida.
Aparecen y desaparecen, como quien no quiere la cosa, cruzándose en el camino y haciendo de cada minuto todo un instante de sesenta segundos.

Suelen tener adherido un sustantivo: guitarra, sueño, ahorros, gato; o un adjetivo: viajero, juerguista, aventurero; incluso los he visto pegados a un verbo: desconectar, confiar, conocer, creer.

Lo que sí está claro es que si se cruzan una vez en tu vida no los olvidarás. Los alimentarás en tu memoria tal y como lo haces con tu estómago o incluso más.

Y si se te cruzan por segunda vez, no los dejarás escapar de nuevo.
Y ellos a ti, tampoco.

1 comentario:

  1. Y si los pierdes te volverás loco...
    Por cierto soy Pérfida
    Un saludo coleguita

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