Para todos los que aún dudan en marchar

Fue a 8000 metros de altura cuando realmente me di cuenta de lo feliz que era. Estaba a punto de comenzar otra gran aventura. posiblemente una de las más auténticas, locas y relevantes.

No pude evitar llorar de emoción mientras volábamos sobre las nubes de oveja que cubrían Gran Capital.

Pocas veces he sentido una sensación tan fuerte y hermosa.

Escalada en Maune, EUA. Encontrado en flickr.com
Fue un sentimiento totalmente desnudo y libre. Una pasión que latía desde el corazón y que burbujeaba por las venas sin perder el equilibrio, ni la cabeza (si es que este plan tuvo cabeza en algún momento).

Me volvía a ir a ninguna parte, pero todo era diferente esta vez. No me marchaba realmente.


Ahora me dirigía un dedo invisible, firme y seguro como una roca. Algo dentro de mí tenía la certeza de que todo iba a salir bien. Todos lo sabíamos. Pues cuando deseas algo con toda el alma y te empeñas en ello, los astros acaban confabulando a tu favor.
Es el problema propio de los soñadores, que no nos conformamos con poco.

De todas formas a esas alturas no había posibilidades para el fracaso, pues todo el viaje había sido ya un éxito.

Y tenía un arma secreta: mi empecinamiento, mi locura y mi convicción por fin estaban alineadas con mi corazón. Con lo que a la receta solo le hacía falta una pizca de buena suerte para convertirla en pura magia.

Realmente resultó en una fórmula certera; pues con ella pude convertir en posibles las locuras más improbables y fui* capaz de todo. Transformé mis miedos en aventuras e hice de mis debilidades, mis fortalezas.

Parque nacional Torres del Payne. Encontrado en flickr.com

Con ella llegué a sitios donde la naturaleza ensordece los sentidos, como si quisiera gritarnos que sigue viva, que está presente detrás de esos rascacielos que recortan el sol.
¿Me crees si te digo que los soplos de ballena a veces son más altos que los edificios?, ¿y si te digo que hay ríos tan anchos que es imposible ver la otra orilla?.

Gracias a ella he recordado que los mejores museos siguen siendo a cielo abierto. Y que hay lugares donde los arcoiris tienen más colores, las lunas son naranjas y los atardeceres impresionistas.

Me he dormido varias veces intentando contar todas las estrellas que del firmamento. La Vía Láctea se convirtió en la madre que me arropaba.

Villa la Angostura, Argentina. Encontrado en flickr.com

He visto árboles robándole terreno al asfalto y a la lluvia arrasando con carreteras enteras.

Sentí la sutileza del viento para corretear con los veleros y las nubes, pero también su furia arrancando árboles milenarios de raíz.

Compartí un pedacito de playa con caballos salvajes, visité volcanes invisibles, acantilados cortados por las nubes, edificios comidos por las zarzas. Helechos de varios metros. Jóvenes sexagenarios.

Con esta receta vi nevar en verano y disfruté de mangas cortas en otoño. E incluso llegó al nivel de magia cuando me permitió pasar, sin tiempo ni ticket, varias fronteras.


Sunset in Villa La angostura, Argentina. Encontrado en flickr.com

Dejé de ser espectador para ser actor principal. Mi vida iba donde yo quería, era* una soñadora con un plan y un poquito de miedo, que solo puede hacer las cosas más interesantes.

Porque los soñadores -que no ilusos, los ilusos son soñadores sin plan- siempre encuentran la forma de lograr su objetivo. No pueden fracasar, solo aprender del fallo y seguir intentándolo. Porque no pueden ser perdedores, si nunca se dan por vencidos.


* y soy




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